Una vez más las miniaturas... Cuantas veces se lo habré dicho: -NO ME LAS TOQUES! Pero no! Va y las mueve de lugar... Las cortinas corridas... Sabe perfectamente que a la tarde el sol da de frente al potus, y porque me deja las cortinas separadas, se me está poniendo amarillo... Otra vez se olvidó del te, es lo único que guardo de Inglaterra, la costumbre del te en hebras que mamá nos preparaba antes de empezar la clase de bordado con las hijas de los Lloyd. Mamá y su bandeja pintada a mano, el juego de porcelana noruega, los scones de uva y el azúcar en terrones... En la sala de mamá todo olía a gloria. Todo estaba impecable, en su lugar! Los pisos relucían como vidrios, y los vidrios de las ventanas parecían postales enmarcadas... A las seis de la tarde o’clock se terminaba la clase y los hilos, dedales y retazos volvían al descanso colorido del canasto. Las niñas eran recogidas por su madre, “good night Mrs. Penton”, se despedían las tres a coro, la madre y una niña tomada de cada mano cerraban el portón y subían al carro tirado por un esbelto caballo galés. Mamá preparaba la cena cantando, y yo la acompañaba mientras tendía el mantel de frutos bordado en seda y las servilletas del juego, porque era el preferido de papá. My daddy... Iba colocando la vajilla en la mesa al tiempo que seguía los compases de mi madre y del péndulo macizo del reloj que hizo y nos regaló el abuelo Morris. Minutos antes de las siete se podía divisar al caballero de la casa acercándose en su noble corcel . Todo era bello entonces, todo era armónico y estaba en su lugar! Después... la guerra ... se tragó nuestra unión y felicidad, nos robaron la campiña, nos desterró la miseria, que con cara de barco nos condujo hasta esta tierra. A papá no lo enterramos, y mamá murió de pena. Sólo quedan los bordados, memoria de sus manos y su alma buena...
Ya son casi las cinco y no regresa. La lata está vacía... odio los saquitos, se me hace que los llenan con lo que barren del piso...
-Sra. Alicia, ya llegué!
Para qué contestarle... no hace nada bien...
-Sra. Alicia, le traje... -Soy Alice, no Alicia! -Perdone, me sale Alicia, pero no es a propósito, disculpe. -Of course!
Siempre dice lo mismo! Nunca presta atención a nada... la informalidad es la carta de presentación de los jóvenes, pero qué hacer...
-Sra. Alice, le preparé el te y le conseguí unos scones de uva que son una delicia para acompañarlo. Está todo preparado en la mesita del jardín de invierno, para que vea los colibríes y las flores. Le puse un mantelito bordado que encontré en el aparador con unas servilletas hermosas que hacen juego! Sra. Alice... Sra. Alice le pasa algo... porqué llora, qué tiene?
A veces pienso que los ángeles toman formas misteriosas... Quien iba a pensar! El bastón se me cayó de las manos y se iba rodando... rodando... No tuve más remedio que tomarme de sus manos y abrazarla fuertemente... y dejar por una vez que ella me abrazara. Me condujo lenta y pacientemente hasta la banca, donde me dejé caer como un pájaro mojado después de una tormenta. -Se siente bien, quiere que llame al médico? -No querida... ya estoy bien. -Qué le pasó, por qué se puso así? -A veces los recuerdos no me tratan bien, como los años... No te preocupes. A ver ese te... Mmmm! Qué bien huele y sabe! -Me alegro que le guste. Si necesita algo llámeme que estaré en la cocina ordenando. -De ninguna manera! Quiero que te traigas una taza, una cucharita y un plato, y me acompañes a tomar el te. Para todo lo demás habrá tiempo después.
Creo que ni ella ni yo llegamos a entender del todo ese momento inédito que sentaría un precedente para cada cinco de la tarde de todos los días venideros. Ese momento impensado, en que hice las paces con Irene y con la vida. |