14 de noviembre de 1983
Rafael Alberti es galardonado con el Premio Cervantes
(...)cuando un poeta español llega como exiliado a aquella América en la que aún, con toda su variedad y riqueza de modulaciones, se habla la castilla, aquellas dolorosas raíces que llevaba fuera, rotas, expuestas a los vientos, al cabo de los años se vivifican, renacen, crecen, se llena de hojas, de brotes nuevos, gulas largas, inmensas, que por encima del mar vuelan a ciegas a encontrarse con aquellas otras desgajadas, partidas, que allá lejos quedaron. Y a pesar de las tremendas lejanías, se juntan, se enmuñonan, estableciéndose una nueva corriente de sangres detenidas, que vivifican las distancias, creando al fin una flor, tan dolorosa a veces, pero que nunca morirá, alentada por el aire y el sol de la tierra en que queda, aromándola para siempre.Así, allí alientan y cantan, amados para siempre, todos estos poetas que quise me acompañaran en este día de Cervantes, de este Premio, que sin duda alguna ellos también hubieran merecido.(...)
(...)Majestad: cuando le vi por vez primera en la Embajada de España ante el Vaticano, en Roma, tal vez recuerde que al momento de estrecharle la mano le entregué un breve escrito, firmado por un grupo de exiliados españoles en Italia, suplicándole la amnistía para los muchos presos que aún quedaban en las cárceles de nuestro país. Ese fue mi primer humano contacto con su Majestad y con la reina Doña Sofía, que lo acompañaba. Hoy vengo aquí a esta Alcalá de Henares, la ciudad cuna de Cervantes, para recibir de su mano tan altísimo premio, que es como centrar en mi sola voz la de más de 338 millones de seres que, con tantas diferentes modalidades, nos expresamos en la lengua, nunca mejor llamada peregrina, de Don Quijote. Gracias, Majestad.
Discurso en la entrega del Premio Cervantes, Rafael Alberti>
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