SIESTA EN EL MONTE |
SIESTA en el MONTE
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El sol nos invitaba hacia la libertad del espacio y tomábamos todos juntos el camino del monte. Tú abrías la marcha. Caían los rayos sobre tu rostro y sobre tu torso desnudo, que ante aquella claridad enceguecedora de la siesta serrana, recortaba la osamenta marcada de tu cuerpo ofreciendo su ejemplo de naturaleza pura y heredada de tiempo. Era hermoso verte así al aire entre nosotros, en aquel conjunto casi infantil que formábamos en busca del sol para ahuyentar al invierno amenazante, cuando todos íbamos con las pieles descubiertas y la tuya de emitía un brillo y una tersura incomparable.
Parecía contrastar mágicamente su belleza aterciopelada, con la dureza acrinada de tus cabellos. Esa piel soberbia de tu especie, increíblemente lisa, purificada en su ausencia de vello y brillante como el pardo rojizo de los ladrillos esmaltados. Tu torso en su desnudez, esbelto y musculoso, denunciaba a gritos la llama serrana de tus antepasados indios, ocultos contigo en nuestra casa.
Eras el primero entre todos en precipitarte sobre las ollas mansas que el arroyo forma aguas arriba. Y al emerger de aquella agua casi helada, brillaba húmeda y lampiña toda tu naturaleza, con la energía misteriosa de tus remotos ancestros nativos que expresaban su emoción sólo en el movimiento de la boca. Aquellos pretéritos dueños de las cumbres serranas, vencidos y perdidos, que deambulaban todavía como almas vigilantes a través de las quebradas. Se esparcían por tu intermedio junto al aire que nos rodeaba y creíamos percibir sus voces en la soledad del monte, aplastado por la siesta, antes de romperse en el coro de ranas nocturnas.
Otras veces, entre las rocas horadadas de morteros, como cóncavos recipientes tallados en basalto (donde antaño realizaran sus antiguas ceremonias) nos parecía el viento moviendo las ramas, como un cántico misterioso que los retrotrajera del pasado…Y allí quedaste junto a todos ellos, en el mutismo silencioso de tu escenario, mientras a mí me devoraba la distancia.
¿Por qué nadie nos dijo entonces que llevábamos sangres gemelas? Pues aún no sabíamos que éramos primos hermanos ¿Por qué ocultaban en silencio tu bastardía como un acertijo? …pero criándonos juntos… ¿Porqué fui yo elegida y tú abandonado? ¿Porqué fui llevada hacia la ciudad y tú recluido para siempre en tu monte?
Sin embargo, aún de todo ello, del tiempo y la distancia, no lograrían separarnos... Y hoy estamos juntos... en otra siesta en el monte.
.................................... Alejandra Correas Vázquez ....................................
Subido por Alejandra Correas Vázquez
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