Homenaje al poeta Francisco Squeo Acuña
(1938-2005)
Por María del Carmen Suárez
Desde el Sur de la Tucumanía, Cantos Cisandinos, Diente de león hasta su último libro El tallo de la memoria, Francisco Squeo Acuña fue consolidando una obra poética que como escribió Alberto Vanasco "cada uno de sus poemas es un trozo irrepetible de vida captado por su voz que no se parece a la de ningún otro". Acertada síntesis, pues onginalidad, potencia verbal y una aguda percepción recorren su poética. En todos sus libros abre un portal hacia el pasado y la naturaleza de su Rioja natal florece en su memoria y le canta jubilosamente. Va armando un tejido mágico del cual surgen sus aventuras y sus sueños. También aparece Buenos Aires, está en sus amiqos ausentes que reviven sobre todo en el Tallo de la memoria.
Creo honradamente en la resonancia de su poesía que agita las aguas de la memoria, del pasado de América que subyace en sus libros como homenaje permanente a sus ancestros, a las señales que dejaron en esta tierra.
Él ha convocado a duendes, al resplandor de las hierbas, a la voz secreta de los pájaros, macerando las palabras en su mortero antiguo hasta que estallaban en poemas vitales, sangrantes, plenos de encantamientos. El paisaje de su provincia surge, no de la descripción lineal sino de una mirada profunda más allá de lo tangible. Va hacia el secreto de la montaña, de la lluvia, del fuego, se adentra en el territorio para salir como de una hondonada primitiva y crear un campo poético que nos hace viajar hacia las entrañas de un volcán dormido...
Sus poemas siguen viajando desde la provincia que lo vio nacer hasta el sitio en el que eligió vivir, en saltos, en vaivenes, siempre con ese don que lo ha caracterizado, creando giros, palabras, diosas, sin soslayar como ha escrito "la tristeza lenta de los olvidados" pues Squeo ha sido protagonista de su tiempo, amando a su país, a su patria chica, quemando con el aguardiente de la noche el dolor de los desesperados , de los excluidos, denunciando la injusticia a los gritos, agitando siempre la bandera de la justicia y la solidaridad.
Ha sido un embajador de La Rioja en todo el país. Sus ramos de albahaca, sus locros y empanadas, su casa abierta a los amigos, su amor por la naturaleza han sido los símbolos con los cuales él quería representar su origen, y lo lograba, por cierto.
Siempre llegaba con su resplandor, con su risa franca, con poemas en su bolso viejo, y siempre la poesía lo atacaba con su aguijón. Escribió poemas en servilletas, en boletas de supemmercados, en la tapa de una caja de zapatos, en cuadernos, en libretas y su propia agenda está llena de poemas que escribía cada día. Su obra inédita es muy vasta, pasará un tiempo hasta que pueda pasarla toda en limpio, pero ya comencé la tarea.
Su poesía es un imán que atrae como un canto ancestral al borde de la montaña. Es árbol, pájaro y sueño encantado. Abre surcos, siembra y arroja semillas al viento y emite sonidos qua provienen del fondo de la historia. Ha sido un alquimista, fusiona las palabras, las ha pulido hasta transformarlas en luz de poesía. Su musicalidad proviene del rocío, de lluvias milagrosas y seres bravíos. Ha creado poemas que son gemas y enaltecen nuestra generación del 60, y sin dudas quedarán en un sitio fundamental de la poética argentina y latinoamericana.
El poeta griego Takis Varvitsiotis escribió "al nombrar las cosas el poeta las salva de la muerte". Squeo ha escrito "todo el roer del sol / en el verde camino de la vida / se comprueba al ver a los pájaros / musicalizar la figura de los dioses".
Francisco debe estar volando entre ramas de matico, oliendo cedrón y albahaca, regando el zapallar, los tomates y el morrón de su última casa. Allí las ollas descansan, los libros sueñan, las palomas eternas vienen a buscar las migas. Sin él ese lugar un páramo, el silencio se convierte en pesadilla. Su recuerdo es un fuego, un carbón encendido. Sin embargo, cuando abrimos la puerta de su departamento su hermana y yo, está allí volando en la mariposa anaranjada que vimos cuando él partió. Y por un momento siento que me está esperando, como siempre, para compartir una comida, un vaso de vino y sobre todo mucha poesía.
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