Alrededor de Santoro
Un realista del sur.
Por Gabriela Yocco
Sus libros
Santoro publicó los siguientes libros de poesía: Oficio desesperado (1962), El último tranvía (1963), De tango y los demás (1963), Nacimiento en la tierra (1964), Pedradas con mi Patria (1964), Desafío (1972), Uno más uno humanidad (1972), Cuatro canciones y un vuelo (1973), Poesía en general (1973), Las cosas claras (1973) y No negociable (1974).
En algunos de estos títulos ya se vislumbraba un compromiso militante. Pero quizás el más original de todos sus trabajos fue Literatura de la pelota, donde transcribió una serie de cantitos de las hinchadas de fútbol. Él vivía con una libreta encima, siempre a cuestas, donde anotaba desde chistes (era un contador de chistes fabuloso) y cantos del tablón futbolero hasta las leyendas de los camiones, las de los paragolpes. Todo lo que tuviera un matiz popular iba a parar a esa libreta, que se fue transformando en un muestrario de las voces nacionales más interesantes.
Sus revistas
Fundó y dirigió La Cosa, Barrilete (donde por primera vez se dio cabida a los poetas del tango: Carlos de la Púa, Celedonio Flores, Homero Manzi), Papeles de Buenos Aires y La Pluma y La Palabra.
Sobre cómo presenta su obra
(Carlos Santos, 7-11-73 - Nuestra Palabra).
“Aparte de sus aptitudes poéticas propiamente dichas, ¿en qué reside la capacidad de Santoro para desconcertarnos? Yo diría, a fin de posibilitar la comprensión de su mundo poético y especialmente a aquellos que deseen asomarse a su obra, que este muchacho ha resuelto o por lo menos aliviado considerablemente el problema económico que presupone la edición de un libro. Esto le da cierta independencia para publicar cuándo quiera, cómo quiera, lo que quiera. Aunque amigo de muchos escritores y poetas, con los que ha compartido más de una lucha por una reivindicación concreta, Santoro no es un poeta de taller ni de grupos. Santoro es un poeta en soledad, pero no es un solitario. Tanto lo es, que ha fundado su propio sello editor, mas no con finalidad de lucro. Santoro desdeña el libro tradicional desde el punto de vista formal, pero lo respeta. Él sueña con los poemas volantes arrojados en una manifestación. Para él vivimos el tiempo de los carteles, de las “mariposas”.
A Santoro le gusta hacer su propio libro, meter las manos en la tinta, doblar las tapas, encargar la linotipia, ordenar las hojas, copiar los textos con una máquina de escribir eléctrica para luego, mediante el sistema de rotraprint o lo que es mejor la fotomecánica, arrojarlos al voleo y como cuenta con amigos que son artistas plásticos, cada poema que trae al mundo va acompañado de una interpretación gráfica.
Junto al poeta Luis Luchi, el músico Eduardo Rovira y el pintor Pedro Gaeta, crean el grupo “Gente de Buenos Aires” con la propuesta y el desafío de llevar a los barrios el arte, entendiendo a éste como integración y participación, incitando a un diálogo abierto entre artistas y público.
Las ediciones de Santoro son hojas sueltas dentro de una carpeta. Por ejemplo, la que abre el conjunto de poemas No Negociable, la presenta como “Declaración Jurada” y dice “si mi poesía no ayuda a cambiar la sociedad no sirve para nada”. Si se quiere definir la obra de Santoro en un concepto, en una frase y siempre se corre el riesgo de ser injusto, o parcial, o incompleto, puede decirse que: su sensibilidad frente a todo lo humano, lo llevó a participar en una lucha por mejorar la sociedad. Una lucha armada, pero en su casa, armada de palabras”.
También será crítico con cierto tipo de intelectuales que pululan a principios de la década del 70. Dice: “en general, el escritor argentino –hablo del intelectual que conozco– es un hombre que aprovecha cuanta discusión se le pone a tiro para demostrar o tratar de demostrar todo lo que sabe o lo que cree que aprendió, citando a diestra y siniestra como si estuviera en una maratón interminable de demostración de ‘cultura general’. Por este mismo vicio, vive enfrascado o enlibrado, no participando en las actividades de su sociedad. Por ejemplo y a veces –lo que es muy lamentable– aislándose en una romántica como absurda y suicida actitud individualista a la espera que las luchas las encaren otros, para luego aparecer como crítico de los errores que ‘esos otros’ cometieron mientras él se preocupaba de su curriculum y ascenso dentro de la escala de valores impuesta por esta sociedad”. (Crisis, número 96, septiembre de 1980).
Luego del golpe militar del 24 de marzo de 1976, redobló sus esfuerzos contra la dictadura, denunciando en el exterior las atrocidades de la misma. Así es como en una sola carta a la Confederación de Escritores Latinoamericanos con sede en México, denuncia y pide que se divulguen la lista de detenidos, desaparecidos y de los allanamientos que sigue: Detención del director del periódico Alberdi de la ciudad de Vedia. Allanamiento a la editorial Siglo XXI. Arrestos por el ejército del secretario de redacción del diario El Andino, Pedro Lucero y del subdirector del diario Los Andes, Antonio Di Benedetto. En Mar del Plata, secuestro del secretario de prensa y corresponsal de Télam, Amílcar González y en la ciudad de La Rioja del escritor y periodista Daniel Moyano, lugar donde se clausura por 24 horas el diario El Independiente. En Buenos Aires, arresto del poeta y novelista Federico Moreyra y el secuestro y desaparición de Haroldo Conti, Premio Casa de las Américas. Detención del poeta Alberto Costa, codirector de la revista literaria Barrilete e integrante de la Agrupación Gremial de Escritores. Rapto y asesinato del periodista y ex senador uruguayo Zelmar Michelini.
Su carta-denuncia, que tiene fecha 3 de junio de 1976, termina textualmente diciendo: “Hasta aquí los datos que poseo. El presidente, no obstante habla de la libertad y la democracia. Se liberan los precios. Hay cesantías en masa. Distribuyen una cartilla para prevenir actividades subversivas en las escuelas. El presidente dice que rechaza la prensa complaciente. La Planta Ford, en General Pacheco, Buenos Aires, que ocupa 4.800 trabajadores, cierra por cinco semanas. EE.UU. acepta el plan del ministro de economía, hombre ligado a los monopolios. Los obispos hablan de la paz y rezan. Borges declara que la literatura y el arte son formas del placer (...) Lo cierto es que los compañeros siguen presos, y es necesario que ustedes, a través de la Confederación de Escritores Latinoamericanos nos den una mano, la de la solidaridad (...) Y a favor de la causa popular testimonien el atropello de las burguesías sobre el proletariado (...) Hermanos, discúlpenme la letra; no tengo máquina donde estoy. Compréndanme, compréndannos. De todas maneras somos optimistas. Esto recién ha comenzado. El presente es de lucha. El futuro es nuestro...”.
Entre 1970 y 1974 confeccionó poemas cortos, algunos surrealistas, otros feroces, hirientes, directos: contra la iglesia, los jueces, los militares, la policía. Es, entonces, una obviedad el odio del sistema a su persona.
Pero desde el 14 de julio de 1996 en la Capital Federal, la plazoleta de Avenida Forest y Teodoro García lleva, con toda justicia, el nombre de “Poeta Roberto Santoro”.
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